Uno de los componentes primarios de toda doctrina, gobierno o religión funcional es la CONFIANZA.
Una doctrina, o gobierno o religión para ser válida tiene que servir como repositorio de confianza. Y tiene que ser capaz de convertir creativamente esa confianza en la base de su autoridad. Solo por medio del elemento confianza puede una doctrina de cualquier índole cumplir la misión de conferir sentido.
Los seres humanos tenemos una necesidad instintiva de confiar a alguién o a algo cierto aspectos de nuestra propia naturaleza más interiorizada. En la esfera más intimamente personal procuramos depositar "nuestra confianza" en la familia, los amigos, el conyuge, o pareja sexual, el psicoanalista, el capellán, el padre confesor o la tarotista. Pero la necesidad de confianza afecta también a esferas más impersonales: a instituciones, ante las que somos responsables o que influyen de algún modo en nuestra vida, compañias, ejércitos, gobiernos, estructuras educativas y religiosas, todas ellas son "repositorios de confianza". Y el director de una compañia, el comandante militar, el jefe de estado, el educador y el líder religioso deben ser capaces de dar cabida a la confianza, no de un sólo individuo, ni siquiera de unos cuantos, sino de muchos.Por supuesto, la naturaleza de la misión o la autoridad que se confíe a semejantes figuras es variable. Puede que sea un político, por ejemplo, se le dé una autoridad que le permita configurar el destino de un hombre enviándolo pongamos por caso a una guerra; pero esto no quiere decir necesariamente que se le confie el peso de una conciencia culpable. A una religión, cuando se la toma en serio, se la dotará de un espectro más amplio de confianza que a cualquier otra institución, ya que su autoridad, no llega únicamente a esferas sociales y culturales, sino también a nuestra vida interior: nuestra sensación de culpabilidad, por ejemplo, nuestros anhelos e impulsos más secretos, nuestras incertidumbres, nuestros temores más hondos y, en última instancia, nuestra necesidad de sentido.
A diferencia del líder político, el sacerdote o el ministro pueden ofrecer la catarsis del confesionario, ya sea bajo la forma de sacramento ritualizado, como ocurre con la iglesia católica o en el marco menos rígido que es propio de otras confesiones.
Lo que somos proclives a olvidar, es que depositar confianza no es un "proceso pasivo". Tendemos, sin pensar en ello, a hablar de un "acto de confianza" y esto, precisamente, es lo que entraña depositar confianza: un acto. Depositar confianza es un proceso activo y no pasivo. Una de las partes dá activamente algo que la otra recibe.
Existe una correlación ineludible, intrinseca, entre la confianza y el poder.
Es como si la confianza, en el proceso mismo de darse, experimentara el equivalente de un cambio químico. En consecuencia, lo que empieza como confianza al salir del donante se transforma en poder en manos del receptor.
Si confias activamente en un individuo, le das un grado de poder sobre "ti mismo". Si veinte personas depositan su confianza en el mismo individuo, el poder de éste aumenta proporcionalmente.
Cuando ochenta millones de alemanes depositaron activamente su confianza en Adolf Hitler, lo que hicieron fue dotarle de un enorme poder. A decir verdad, el poder de Hitler o el poder del ayatollah Jomeini, o el de cualquier otro demagogo, caso Castro o Chávez, cabe definirlo sencillamente como la confianza depositada activamente en ellos, por una multitud de personas. Es imposible no advertir esta transacción entre: CONFIANZA Y PODER.
Tres interrogantes se nos plantean de forma natural:
1ero.¿Como se adquiere la confianza en una situación determinada?
a) ¿Ganándosela legitimamente'
b) ¿Se obtiene por algún otro medio: por engaño, o por extorsión?
2da. Cuestión clave se refiere a la naturaleza de la confianza que interviene en una situación determinada ¿hasta donde llega?
Entre la figuras públicas que reciben la confianza de gran número de personas se cuentan los jefes militares, los líderes políticos y líderes religiosos. Generalmente.la naturaleza de la confianza depositada en cada uno de ellos es muy distinta. Un católico por ejemplo, por patriota que pueda ser, seguirá sin considerar a su jefe de estado del mismo modo que considera al papa. En cambio, a veces se dan casos-Hitler, por ejemplo, o Jomeini- en los que muchas clases distintas de confianza se funden en una sola, por así decirlo. El resultado- en el caso de Hitler o el del ayatollah- suele ser de proporciones mesiánicas.
El 3er. interrogante clave, por supuesto, gira en torno a qué hace exactamente el receptor de confianza con el PODER que se le confiere.¿ Lo emplea para reciprocar y beneficiar a los que se lo confirieron, o explota a éstos como simples peones en algún juego ambicioso inventado por él mismo?
En el caso de Mahatma Gandhi o el de Martin Luther King, la confianza, al convertirse en poder, se utilizó en forma diferente de c